La Organización Mundial de la
Salud (OMS) señala que una de cada cuatro personas sufre trastornos de conducta
relacionados con las nuevas adicciones.
Entre las señales de alerta que pueden indicarnos una adicción destacan las siguientes:
● Pérdida
de tiempo de estudio, con o sin malos resultados académicos.
● Deterioro
o menor dedicación a las relaciones interpersonales y a otras actividades de
ocio.
● Incremento
de las conductas que implican agresividad.
● Sufrir
ansiedad, irritabilidad, incluso malestar físico en caso de no poder utilizar
el objeto de la adicción.
La adicción a Internet
No hay duda de que Internet es un gran avance, que puede servir de ayuda a nivel académico y también social; el problema surge en el momento en que su uso se descontrola.
Para prevenir este uso inadecuado en jóvenes, es
importante el papel de los padres a la hora de marcar los límites y permitir el
uso de esta tecnología durante un tiempo prefijado ya que se puede empezar por
buscar información para un trabajo y terminar sin esta información, puesto que
el tiempo se ha perdido en un chat o por el Messenger.
La adicción a videojuegos
Los videojuegos no sólo son divertidos, sino que estimulan la coordinación visomotora, el razonamiento deductivo, son buenos para la memoria a corto y largo plazo, mejoran el razonamiento abstracto, así como la atención y el autocontrol.
Una vez más, el problema surge cuando se hace un mal uso en cuanto a tiempo, dedicación o contenidos no apropiados para la edad del usuario. Por esta razón, se establecen unas edades propias para cada juego ya que en muchos de estos juegos hay mucha violencia y el niño puede sufrir trastornos y pueden observarse comportamientos agresivos.
La adicción al teléfono móvil
Actualmente la edad a la que se adquiere el primer móvil es cada vez más baja, fundamentalmente debido a que en estas edades se utiliza sobre todo para jugar, escuchar música y enviar mensajes, y también porque poder comunicarse con los hijos en cualquier momento representa una tranquilidad para los padres.
Como en el resto de los casos,
hay que alarmarse siempre y cuando se observen comportamientos y reacciones
anómalas, siendo un buen marcador el consumo mensual, que en algunos casos es
aconsejable limitar.
La mejor protección es
proporcionar una información clara y suficiente acerca de sus beneficios, pero
también de los perjuicios y riesgos que implican.
Igualmente importante es
controlar su uso, estableciendo unos límites y haciéndolo de forma tajante
hasta que el joven vaya alcanzando su madurez y sea capaz de autoimponerse
estos límites de manera natural, puesto que puede llegar a ser un grave
problema para el bienestar del niño ya que es muy adictivo y surge la
dependencia hacia él.
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